El crecimiento de la población mundial implica ciudades cada vez más superpobladas y con mayores
problemas de habitabilidad. El consumo energético y de recursos
naturales se incrementará, al igual que la huella ecológica.
Por ello, algunos arquitectos proponen el concepto de ciudades
verticales. En vez de invertir en metrópolis que cubren cada vez más
superficie natural, la idea sería construir gigantescos rascacielos con
todos los servicios propios de una urbe clásica.
Según sus defensores, el medio ambiente y los ciudadanos de estas ciudades saldrían beneficiados.
Una ciudad vertical con los mismos ciudadanos que una ciudad convencional, tendría una extensión mucho menor, ocuparía menos superficie y podría por tanto devolverse a la naturaleza, la superficie no urbanizada.
El consumo de los recursos naturales como el agua es mucho más eficiente en una construcción vertical. Las aguas grises o el agua de la lluvia también se podrían reutilizar y reducir así el gasto.
Las diversas energías renovables,
podrían aprovecharse de tal
manera que reducirían su dependencia energética de fuentes no renovables
y contaminantes.
Respecto al transporte, los consumidores ahorrarían hasta
un 75% de energía y reducirían hasta en un 90% las emisiones
contaminantes. En las ciudades verticales, los trabajadores residen
cerca de su empleo, al que podrían ir a pie o con algún sistema interno.
En caso de un incendio o cualquier otro incidente, los servicios de
emergencia estarían más cerca. Además, el diseño modular del edificio
aislaría la zona en peligro del resto.
Serían
auténticas ciudades verticales, ya que ofrecerían a sus habitantes
casa, trabajo y zonas de compras y ocio de todo tipo. Sus defensores
aseguran que el medio ambiente saldría beneficiado, gracias a una menor
ocupación de la naturaleza, un menor consumo de recursos naturales y una
reducción de la contaminación.